miércoles, 1 de abril de 2015

Camarones a la Piedad

Por: Vittorio Badoino Rivera
Una manera de viajar al pasado por el laberinto del tiempo, es rememorando los sabores que con tanto afecto te brindaron.

Los mejores camarones de Moquegua están en Osmore



Empezamos a sellar los camarones y salpimentamos

Flameamos con un buen Pisco y reservamos
 Freímos el ají,luego la cebolla en juliana
 Juntamos con los camarones
 Agregamos la leche y limón al gusto
 Paico picado al final, servir con papa sancochada

jueves, 20 de febrero de 2014

Biografía de Piedad Rivera Llanos

Por: Vittorio Badoino Rivera

    Piedad Rivera Llanos nació en Moquegua el 23 de diciembre de 1930, hija de Virgila Llanos Fernandez y Mariano Rivera Zeballos. Fue la Mayor de siete hermanos: Mery, Julia, Denny, Carmela, Jesús y Oscar.  Estudio en el colegio “La libertad”. A temprana edad, fue  huérfana de padre,  por la cual tuvo que apoyar a su madre desde entonces.

En 1953, egresó de la Escuela Normal “Corazón de María” de Tacna, destacando como buena estudiante.
En sus primeros años como maestra, los desarrolló en la Institución Educativa “980”.

En 1956 se casa con Vittorio Badoino Acervo, forjaron un hogar de cinco hijos: Javier, Jorge, Gino, Aldo y Vittorio.


El 1° de abril de 1958, se trasladan  al asiento minero de Toquepala, donde fue maestra junto con la señora Jesús Dileo de Calderón como directora y la señorita Irma Ramos Parra, profesora, para crear la primera escuela de Toquepala, aquellos años  con 150 alumnos, le dieron nacimiento a la escuela  “2673” , para posteriormente en 1960  ser designada Directora de la misma.





En 1977 se trasladan al asiento minero de  Cuajone, donde labora en el colegio particular de Villa Cuajone, y por iniciativa de ella, se logra llamar “Juan Velez de Córdova” desde 1979, en homenaje al primer precursor moqueguano de la independencia del Perú.

Cumplida su misión en los centros mineros, junto a su esposo retornan a Moquegua en 1987, invirtiendo en la industria panificadora con el nombre de “BARI”. Agarrando las riendas del negocio desde 1990, por el fallecimiento de su esposo, y posicionándose como una empresa líder durante casi treinta años.

Ha tenido una intensa participación en la vida ciudadana, participando en homenajes de índole cultural, siendo presidenta de “SERCOFE” por dos periodos, trabajando en el  desarrollo y superación de la mujer.



Piedad fue una Moqueguana ejemplar y varias promociones, ex alumnos, colegios y trabajadores la recordaran siempre por sus enseñanzas, personalidad, rectitud, generosidad y don de gentes. A lo largo de su vida jamás dejó de escribir, colaborando en algunas revistas y diarios regionales,  sobre todo aquellas crónicas, que con tanta pasión lo hacía, describiendo hechos, personajes, vivencias, aspectos turísticos, homenajes y todo lo que significó el progreso y desarrollo de Moquegua.

sábado, 7 de diciembre de 2013

YO VIVÍ EN EL PEDREGAL

DEL ÁLBUM FAMILIAR           
Escribe: Piedad R. de Badoino

Cuadros: Juan Carlos Salas Condori
Foto : Florencia Chocano


Todos de alguna manera somos obreros de la vida:


"Hay quienes trabajan con los músculos y quienes trabajan con el alma, infiltrando ternuras, levantando templos de amor que son los más duraderos y los que más valen.... y eso son las madres ".


El visitante que llega a Moquegua, podrá admirar no sólo la inagotable variedad de su hermoso paisaje natural, la exquisitez de su inigualable clima primaveral, sino también la belleza de casonas coloniales, como así el recuerdo de la opulencia vivida en sus haciendas, cuyos vestigios, hoy están destruidos, maltratados y olvidados.


Recuerdos dulces recuerdos.

"¡Cuantos inviernos han pasado.... y cuántas primaveras han florecido., vienen de tan lejos... traen emoción y el sol de horas distantes... ¡".

Estos versos, son el preámbulo del relato que voy a hacer. Describir hechos que ya son historia de nuestro pueblo, es sentir un sentimiento maravilloso, lo es aún más, cuando estos hechos son contados por una mujer moqueguana con grandes virtudes, admirable temple y lucha por el bienestar de sus hijos, y ella no es nada menos que mi madre, que vivió y saboreó momentos de grandes épocas ya distantes y que a pesar de sus 88 años, con inusitada veracidad y lucidez, su relato es hermoso autentico y nostálgico.

Ella dice: "Yo viví en el Pedregal, allí transcurrió mi infancia y parte de mi juventud...y perduran en mi, recuerdos refugiados en el corazón. El Pedregal, otrora una hacienda grande y bien puesta, quedaba pasando el cementerio, hoy por esos avances del progreso ha desaparecido, cercenada por carreteras, casas, tiendas y garajes.

Mis padres Emilio Llanos y Emilia Fernández la arrendaron de una heredera, la Srta, Cristina Tapia más o menos entre los años 1900 a 1905. Era una hermosa hacienda que se extendía hasta el río, con frondosa huerta, viñedos, cañaverales, alfalfares y sembrío de maíz, trigo, papas y toda clase de verduras; se llegaba a ella por caminos de herradura, mediante un largo callejón, que colindaba con otras haciendas igualmente importantes. Esta casa solariega, grande, bien ventilada, con ambientes bien distribuidos, paredes de adobe, techos de caña "lumas" y barro, y puertas anchas y fuertes; los pisos de ladrillos o piedra, o bien apisonada tierra. La entrada era una inmensa "ramada " en donde estaba la cocina con un fogón de leña y varios "batanes" de piedra con sus "manos" para moler, estando al lado el Comedor con espaciosa mesa en el centro, a continuación había un ambiente muy extenso, con compartimientos y alacenas para guardar víveres, ollas y servicio (utensilios). De allí se pasaba a los dormitorios con camas de fierro y colchones de lana, alumbrándose por las noches con candiles, lamparines y lámparas a Kerosene. Después estaba el amplio corredor con patillas cubiertas con vistosos ponchos (asientos) a su alrededor una bien cuidada Huerta, con diversidad de árboles frutales: paltos chirimoyos, naranjas y plátanos, damascos, limoneros, moras, pacaes, pomarrosas, guindas, higueras, duraznos, etc.. El mayor espacio estaba sembrado de sepas (viñedos).


En otro sector de esta hacienda quedaba el Molino de tres ruedas y cilindros para la molienda de la caña, movido artesanalmente por un caballo o un burro guiados por un peón, que giraba alrededor del molino vigilado por dos hombres: uno ponía la caña y el otro recogía el bagazo, siendo el jugo de caña recibido en un depósito, dispuesto para tal fin, para ser llevado al horno y elaborar la miel. Otro proceso era elaborar el aguardiente. La preparación de roscas de miel o melcochas era todo un proceso laborioso, necesitándose la fuerza del peón para hacerlo, se usaban grandes “batanes" en donde se colocaba el caramelo de miel tibio, para batirlo a fuerza de golpes y convertirlo en masa blanca la que era colocada en una “horqueta” pelada de "yaro ", para seguir batiéndola al vacío. Una vez lista se colocaba sobre manteles para dar forma de roscas y melcochas. Ellas eran muy apetecibles y apreciadas en el mercado y tiendas. Como en todas las haciendas no podía faltar la bien instalada bodega con falcas, cubas, zarandas, hornos y alambiques, como también tinajas de estaño y grandes tinajas de barro enterradas para el almacenamiento de los licores y de la miel; allí se elaboraba la chicha baya, vinos, aguardientes, anisado, cogñac y el aguardiente de cabeza.

En la época de cosechar el trigo, era infaltable la “era” un lugar circular, con piso duro para realizar la trilla, que también se hacía artesanalmente con caballos atados a un jinete, que giraban raudamente sobre los montones de espigas de trigo maduro, terminando con el “aventado” y ensacado. 
Había sitios especiales para los "chiqueros" (cria de chanchos), gallineros, cuyeros o conejeras y los establos o corralones para guardar el ganado, especialmente las vacas lecheras.
El agua era traída por acequias existiendo algún "puquio " de agua pura, como también un estanque grande para reservarla.
Tampoco podía faltar el lugar destinada para los ranchos de los peones y sus familiares, como un ambiente para practicar el fútbol.

Era una costumbre de la época, recibir las visitas de los habitantes de la ciudad, las que muchas veces se quedaban varios días. Mi padre era muy respetado y querido, autoridades distinguidas familias y amigos especiales, disfrutaban de las finas atenciones, de allí, que había habitaciones bien instaladas y cómodas, para recibir y alojarlos, con especial deferencia.

Trasladarse a la ciudad, no era tan fácil se hacía a caballo o burro, y se tenía que pasar por el cementerio; al hacerlo de noche causaba gran respeto y un tanto de miedo, esto debido a que en ese entonces se daba mucho crédito a los “cuentos terroríficos inventados.... "
En este relato sencillo, extraído de la misma fuente que lo vivió, me embarga de indescriptible satisfacción y añoranzas. Y sólo deseo que el pasado glorioso de mi tierra nutra nuestras mentes.... pensando siempre que cada tiempo tiene su propio encanto si sabemos llevar a Moquegua en el corazón. 

                         Moquegua 27 de setiembre del 2000.