sábado, 7 de diciembre de 2013

YO VIVÍ EN EL PEDREGAL

DEL ÁLBUM FAMILIAR           
Escribe: Piedad R. de Badoino

Cuadros: Juan Carlos Salas Condori
Foto : Florencia Chocano


Todos de alguna manera somos obreros de la vida:


"Hay quienes trabajan con los músculos y quienes trabajan con el alma, infiltrando ternuras, levantando templos de amor que son los más duraderos y los que más valen.... y eso son las madres ".


El visitante que llega a Moquegua, podrá admirar no sólo la inagotable variedad de su hermoso paisaje natural, la exquisitez de su inigualable clima primaveral, sino también la belleza de casonas coloniales, como así el recuerdo de la opulencia vivida en sus haciendas, cuyos vestigios, hoy están destruidos, maltratados y olvidados.


Recuerdos dulces recuerdos.

"¡Cuantos inviernos han pasado.... y cuántas primaveras han florecido., vienen de tan lejos... traen emoción y el sol de horas distantes... ¡".

Estos versos, son el preámbulo del relato que voy a hacer. Describir hechos que ya son historia de nuestro pueblo, es sentir un sentimiento maravilloso, lo es aún más, cuando estos hechos son contados por una mujer moqueguana con grandes virtudes, admirable temple y lucha por el bienestar de sus hijos, y ella no es nada menos que mi madre, que vivió y saboreó momentos de grandes épocas ya distantes y que a pesar de sus 88 años, con inusitada veracidad y lucidez, su relato es hermoso autentico y nostálgico.

Ella dice: "Yo viví en el Pedregal, allí transcurrió mi infancia y parte de mi juventud...y perduran en mi, recuerdos refugiados en el corazón. El Pedregal, otrora una hacienda grande y bien puesta, quedaba pasando el cementerio, hoy por esos avances del progreso ha desaparecido, cercenada por carreteras, casas, tiendas y garajes.

Mis padres Emilio Llanos y Emilia Fernández la arrendaron de una heredera, la Srta, Cristina Tapia más o menos entre los años 1900 a 1905. Era una hermosa hacienda que se extendía hasta el río, con frondosa huerta, viñedos, cañaverales, alfalfares y sembrío de maíz, trigo, papas y toda clase de verduras; se llegaba a ella por caminos de herradura, mediante un largo callejón, que colindaba con otras haciendas igualmente importantes. Esta casa solariega, grande, bien ventilada, con ambientes bien distribuidos, paredes de adobe, techos de caña "lumas" y barro, y puertas anchas y fuertes; los pisos de ladrillos o piedra, o bien apisonada tierra. La entrada era una inmensa "ramada " en donde estaba la cocina con un fogón de leña y varios "batanes" de piedra con sus "manos" para moler, estando al lado el Comedor con espaciosa mesa en el centro, a continuación había un ambiente muy extenso, con compartimientos y alacenas para guardar víveres, ollas y servicio (utensilios). De allí se pasaba a los dormitorios con camas de fierro y colchones de lana, alumbrándose por las noches con candiles, lamparines y lámparas a Kerosene. Después estaba el amplio corredor con patillas cubiertas con vistosos ponchos (asientos) a su alrededor una bien cuidada Huerta, con diversidad de árboles frutales: paltos chirimoyos, naranjas y plátanos, damascos, limoneros, moras, pacaes, pomarrosas, guindas, higueras, duraznos, etc.. El mayor espacio estaba sembrado de sepas (viñedos).


En otro sector de esta hacienda quedaba el Molino de tres ruedas y cilindros para la molienda de la caña, movido artesanalmente por un caballo o un burro guiados por un peón, que giraba alrededor del molino vigilado por dos hombres: uno ponía la caña y el otro recogía el bagazo, siendo el jugo de caña recibido en un depósito, dispuesto para tal fin, para ser llevado al horno y elaborar la miel. Otro proceso era elaborar el aguardiente. La preparación de roscas de miel o melcochas era todo un proceso laborioso, necesitándose la fuerza del peón para hacerlo, se usaban grandes “batanes" en donde se colocaba el caramelo de miel tibio, para batirlo a fuerza de golpes y convertirlo en masa blanca la que era colocada en una “horqueta” pelada de "yaro ", para seguir batiéndola al vacío. Una vez lista se colocaba sobre manteles para dar forma de roscas y melcochas. Ellas eran muy apetecibles y apreciadas en el mercado y tiendas. Como en todas las haciendas no podía faltar la bien instalada bodega con falcas, cubas, zarandas, hornos y alambiques, como también tinajas de estaño y grandes tinajas de barro enterradas para el almacenamiento de los licores y de la miel; allí se elaboraba la chicha baya, vinos, aguardientes, anisado, cogñac y el aguardiente de cabeza.

En la época de cosechar el trigo, era infaltable la “era” un lugar circular, con piso duro para realizar la trilla, que también se hacía artesanalmente con caballos atados a un jinete, que giraban raudamente sobre los montones de espigas de trigo maduro, terminando con el “aventado” y ensacado. 
Había sitios especiales para los "chiqueros" (cria de chanchos), gallineros, cuyeros o conejeras y los establos o corralones para guardar el ganado, especialmente las vacas lecheras.
El agua era traída por acequias existiendo algún "puquio " de agua pura, como también un estanque grande para reservarla.
Tampoco podía faltar el lugar destinada para los ranchos de los peones y sus familiares, como un ambiente para practicar el fútbol.

Era una costumbre de la época, recibir las visitas de los habitantes de la ciudad, las que muchas veces se quedaban varios días. Mi padre era muy respetado y querido, autoridades distinguidas familias y amigos especiales, disfrutaban de las finas atenciones, de allí, que había habitaciones bien instaladas y cómodas, para recibir y alojarlos, con especial deferencia.

Trasladarse a la ciudad, no era tan fácil se hacía a caballo o burro, y se tenía que pasar por el cementerio; al hacerlo de noche causaba gran respeto y un tanto de miedo, esto debido a que en ese entonces se daba mucho crédito a los “cuentos terroríficos inventados.... "
En este relato sencillo, extraído de la misma fuente que lo vivió, me embarga de indescriptible satisfacción y añoranzas. Y sólo deseo que el pasado glorioso de mi tierra nutra nuestras mentes.... pensando siempre que cada tiempo tiene su propio encanto si sabemos llevar a Moquegua en el corazón. 

                         Moquegua 27 de setiembre del 2000.



viernes, 22 de marzo de 2013

¿ Adonde van las palabras doña Piedad?


¿ Adonde van las palabras doña Piedad?,  ¿que nos quedaron?, ¿acaso flotan eternas como prisioneras de un ventarrón?, ¿acaso quedan en alguna rendija buscando calor? .......................perdone la tristeza!


 He sentido tus pasos, y me he asustado, tu fruto esta en el tercer piso y jamas ha olvidado las plegarias que alguna tarde rogaste por Él;  te guarda y recuerda en sus sístoles y diástoles.