martes, 22 de febrero de 2011

Recordando los carnavales

Por: Piedad Rivera de Badoino


El carnaval es la fiesta que debe celebrarse durante tres días, antes del “miércoles de ceniza”, (actualmente todos los domingos del mes de febrero), domingo, lunes y martes de carnaval, constituyendo como un desahogo previo a las abstinencias y recogimiento de la Cuaresma.

Durante estas fiestas, el juego con agua, el uso de globos, polvos, pinturas, serpentinas y misturas, son su principal característica, como así las comparsas, los disfrazados con máscaras fingiendo las más alocadas personalidades (demonios y animales), carros alegóricos, farándulas estrepitosas, regocijos, bromas, chaseos y desenfrenos, forman su mayor incentivo, que han perdurado en el tiempo.

Históricamente Venecia, Roma, Milán y Paris son las ciudades que más suntuosidad y alarde han celebrado los días de carnaval. En Europa los carnavales de Niza son famosos y en América lo fueron: Buenos Aires y Montevideo, y hoy son todo un acontecimiento los Carnavales de Rio de Janeiro (Brasil) mundialmente famosos, muy celebrados y esperados.

En el Perú se celebran en todos los departamentos con singular peculiaridad de cada lugar, con despliegue de su rico folklore y llamativa vestimenta, resaltando los carnavales de Cajamarca.

En Moquegua antaño, los carnavales eran famosos y esperados con gran expectativa y preparación, pero con mucha delicadeza y gran derroche de alegría, festejados siempre los tres días juntamente antes del miércoles de ceniza; domingo, lunes y martes de carnaval, próximo domingo “El domingo de tentación” y al siguiente “El de la vieja”. No sin mencionar que antes de empezar las fiestas carnavalescas, se celebraba “El jueves de comadres” o “Jueves de compadres”, siendo un acontecimiento muy esperado por las “mocitas” de ese entonces, quienes ataviaban primorosamente a sus muñecas, colocadas en lindas cestitas, se salía a las calles y casas, a conseguir las madrinas y a los padrinos para el bautizo, recibiendo siempre un regalito o propina.


En el carnaval, una festividad arraigada en el pueblo, se organizaban grandes fiestas, tanto para adultos como para los niños en la plaza. En estas fiestas destacaban los disfraces preparados con anticipación, destacándose lo de Colombia y Pierrot como los Dominó, con su respectivo antifaz. En estas fiestas el uso de “chisguetes de éter perfumados”, las serpentinas grabadas con atrevidos mensaje, misturas y polvos, hacían más bullicios estos carnavales.

Mención especial merece la preparación de los polvos que eran muy finos, elaborados con suave almidón y perfumados con la “Citronela” para que tengan un grato aroma.

Los bailes de carnaval tenían cierto rango, los más comunes y concurridos eran los de la “Sociedad de Artesanos” o los de “La filarmónica”, con asistencia de la Reyna de Carnaval y gran derroche de vistosos disfraces. Los de “La alta sociedad” eran en el Club Moquegua, con vestimenta de gala.

La elección de la Reyna de Carnaval era un acontecimiento muy importante y reñido, y se hacían entre las damitas mas bonitas, adornadas con ciertas cualidades. Muchas damas moqueguanas muy importantes, lucieron este cetro.

Destacaremos también la celebración de los carnavales de las chacras y haciendas con notoria asistencia de los pobladores de la ciudad (invitados). El dueño de la casa se preparaba grandiosamente. La mesa de comedor, muy adornada con mantel blanco, dos floreros con margaritas y magnolias, y en el centro una licorera de coñac y vasitos, para el aperitivo, antes del suculento almuerzo; y posteriormente el humeante asado de cordero y chancho, bien mojado con el sabroso vino.

Moquegua siempre se ha caracterizado porque en cada celebración se presente un potaje típico, es así que en el carnaval era infaltable el “Puchero” o “Sancochado” con diferentes carnes, llevando también frutas como el durazno y el membrillo; y como postre no podía faltar la hojaldrilla rellena con dulce de membrillo, llamada también “Empanada de Carnaval”.

El calor reinante y los aperitivos invitaban al juego con agua y generalmente se terminaba en las acequias y pozos, para el jolgorio general por los incautos que caían en el juego. Durante el almuerzo los polvos, misturas, serpentinas y muchas veces la sandia y el melón, daban un gran toque carnavalesco.

En la ciudad las famosas “Pandillas” de muchachos disfrazados y pintarrajeados, causaban gran temor y muchas veces terminaban sumergiendo a las damas en la pileta de la Plaza o algún “Pilón” cercano.

Por la tarde de uno de los días se llevaba acabo el Desfile o Corso con la Reyna y el Rey feo (hoy “Momo”) acompañados de danzarines ataviados con gran colorido. “El Rey feo” hacía mas alegre el desfile con sus bromas y posturas especiales. Por la noche los tradicionales bailes con disfraces muy selectos preparados anticipadamente, abundantes: serpentinas, misturas y atrevidos chisguetes de éter que ponían en alerta a las damitas, existiendo un derroche de contagiante algarabía.

Es así como el carnaval era expresión de alegría y libertad, con el entierro de “Ño Carnavalon” que dejando un jocoso testamento, desaparecía tristemente, concluyendo así estas fiestas, para sumergirnos piadosamente en la celebración de la Cuaresma y con sincera devoción solicitar el perdón, por el tal vez desenfreno de los carnavales, quedando en el recuerdo alguna copla que se canturriaba durante el desarrollo de estas fiestas:

¡Ay Carnavales… Toma Carnavales!

Estos Carnavales

Quien inventaría

Un mocito loco

Como tu seria

¡Ay Carnavales… Toma Carnavales!

Con esta cintita

Yo te envolvería

Y juntos bailaremos

Hasta terminar el dia

¡Ay Carnavales… Toma Carnavales!

Estos Carnavales

No se pasan tristes

Viene la Cuaresma

Luego los enviste

¡Ay Carnavales… Toma Carnavales!

Moquegua, febrero del 2003.

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